A las niñas, cuando éramos pequeñas, nos
enseñaban a creer en los príncipes azules, aquellos que nada más verte
caerían rendidos a ti pero yo, en cambio, era más de Peter Pan. Porque
representaba lo que realmente era amar, por enseñarnos que para
conseguir el corazón de una persona era necesario arriesgar, volar,
creer en el más allá y que, muchas veces, debíamos dejar a alguien para
que consiguiera alcanzar el final de su camino, aunque eso nos produjera
un dolor irracional.
¿Os acordáis de cuando le enseñó Wendy
la metáfora del dedal? ¿O cuándo un triste Peter entendió que, a veces,
es mejor dejar marchar a quiénes más queremos? Eso es lo que realmente
representa querer a alguien. Querer sin consentimiento, sin miedo, con el corazón.
¿Cuántas veces hemos intentado alcanzar
una sensación parecida a la de los príncipes? Nos hacemos mayores,
crecemos, maduramos, conocemos muchas personas pero podemos contar con
los dedos de una mano las veces que nos enamoramos de verdad. Y digo de
verdad; esa sensación de plenitud, mirar los ojos de quien quieres y
evadir lo malo que pasa alrededor, creer en las locuras, soñar.
Quizás deberíamos dejar de buscar
príncipes de ensueño para encontrar a Peter en la realidad. Personas
tras las que su fuerza hay un corazón noble, capaz de ponerse frente al
enemigo por salvar a quienes aman. Esos son los verdaderos sentimientos
y no los de los príncipes con vidas de cuento.
¿Cuántas veces nos hemos refugiado en
brazos de otras personas por miedo? Sí, miedo a afrontar una realidad
paralela y que, por culpa de ese miedo, nos quedamos con el que
conveniente, en vez de luchar un poco más. Lo que realmente no entienden
esas personas es que, por facilidad, van a quedarse sin disfrutar de un
verdadero beso, de una caricia temblorosa, de un coqueteo ingenioso, de
ver en los ojos de la otra persona la pasión que tú buscabas y, sobre
todo, la posibilidad de cometer las locuras en realidad aplastantes.
No todos los amores acaban bien, ni todos los amores tienen carteles en grande con la palabra final pero,
si algo nos enseñaron los cuentos, los libros de aventuras y las
películas poco románticas, es que hay una persona para nosotros. Capaz
de enseñarte a volar con los ojos cerrados. Pero el que no lucha, no gana.
Muchas personas se pasan la vida
buscando esa sensación cuando, en realidad, ya la han encontrado, solo
que son temerosas de creerlo, de entender que a veces los príncipes no
vienen en caballo blanco, sino volando a nuestra habitación.
"Entenderás lo que es amar cuando quieras la felicidad de la otra persona por encima de la tuya."
(C.G. Montes- The Idealist)
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