Somos millones y millones de personas en
el mundo. Es difícil hacerse una idea de la cantidad de gente que hay a lo
ancho y largo de toda la Tierra. Personas que caminan, que piensan, que
se desplazan, que conocen lugares, que sufren, que se enamoran… Personas
que, paso a paso, aprenden a descubrir la vida atravesando los
distintos caminos que se les presentan a su paso.
¿Somos todos iguales? Para nada. Cada
persona es única, original, personal. No lo sabemos pero cada uno de
nosotros tiene dentro un yo; un yo que tiene unas necesidades, unos
gustos, unas pasiones y unas aficiones únicas que lo hacen original y
diferente del resto.
A medida que recorremos esos caminos
encontramos piedras. Piedras que nos harán tropezar. Piedras que a veces
nos harán heridas. Piedras que en ocasiones nos tirarán al suelo y nos
harán rodar hasta el final del camino. La buena noticia es que al llegar
al final de él, podemos levantarnos. A veces es necesario que la herida
cicatrice antes de poder seguir caminando. Pero llegado el momento,
estará en nuestra mano levantarnos para poder seguir caminando,
descubriendo nuevos caminos.
Pero no solo hay piedras en los caminos. También, a veces, encontramos personas, aunque a veces son difíciles de distinguir entre la maleza, pero cuando encontramos algo que vale la pena, el camino que
hasta ese momento sólo ponía piedras a nuestro paso, ahora se llena de
miradas, caricias, roces, bromas o sencillamente encuentros
afortunados... y así todo se hace más sencillo....
El tiempo se dilata o en ocasiones se paraliza pero consigues que se llene de buenos momentos, momentos en los que disfrutas y te olvidas del resto.
Momentos en los que simplemente eres tú.
El tiempo se dilata o en ocasiones se paraliza pero consigues que se llene de buenos momentos, momentos en los que disfrutas y te olvidas del resto.
Momentos en los que simplemente eres tú.
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