Somos las decisiones que tomamos, o algo así me dijeron a mí hace un tiempo.
Nos pasamos la vida tomándolas, como quién decide tomarte de la mano, y
algunas pueden cambiarnos enteros, como elegir si somos más de ciencias,
letras o artes, o que no nos gustan las etiquetas. Otra de las grandes
decisiones es quedarse, o irse, porque hagas lo que hagas vas a romperte
de todas las maneras posibles. He aprendido que dejar atrás todo lo que
has sido, duele y significa que nada volverá a ser como era antes.
Nos rompemos la cabeza por determinaciones que creemos importantes pero
nunca pensamos que son las pequeñas cosas las que marcan la
diferencia.
Una serie de pequeñas acciones,
intercambiar un par de palabras; no cruzar a esa calle por al que sueles
pasar siempre; dar un abrazo; elegir escuchar esa canción en ese
momento; llegar tarde a un sitio pero gracias a eso conocer a tu futuro
mejor amigo, encontrar ese libro en una librería cuando está a punto de
cerrar... Todo son decisiones que tomamos a la ligera y en realidad son
las que acaban determinando nuestra vida.
Mi consejo es que nunca debemos desaprovechar una oportunidad porque, ¿quién sabe si ese tren pasará otra vez por este andén?
Si somos las decisiones que tomamos, ¿quién quieres ser tú?
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