Aunque siendo chiquita aprendí a atarme
los nudos de las zapatillas, nunca he llegado a aprender a deshacer los nudos de la
garganta. Nunca he entendido que nos enseñen a abrir las puertas a las
oportunidades sin explicarnos que no todas lo merecen y que hay que
saber dar algún que otro portazo. Alguien debe recordarnos que hay
personas que son como esos zapatos bonitos que tanto nos gustan pero que
nos hacen siempre heridas.
Llegó la hora de llenar nuestra vida, de dejarnos de vasos, de sonreírle a ella y no a las fotos.
Y no niego el derecho a ser más
desconfiados o más fríos que antes. Pero gracias a que las mariposas de
nuestro estomago murieron por tragar tantas mentiras se nos abrieron los
ojos. Fue así como aprendimos que dar protagonismo a los fantasmas del
pasado nos convierte en una casa abandonada, que nunca serán suficientes
los recuerdos cuando crees que estas a tiempo de crear más.
Dicen que solo hay una cosa más valiosa
que nuestro tiempo, y es con quién lo pasamos, así que ojalá dejemos de
pensar lo ridículo que fue tropezar y comencemos a aprender de lo
sucedido.
Solo nosotros decidimos ser la piedra que algunos quieren como amuleto o ser de las que hacen tropezar. Así que ojalá nuestra elección sea la buena y logremos tener tantos "el mejor día de mi vida" que no sepamos cual elegir. (C.Cerpa)
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