La mayoría de nosotros vive pensando que esto será eterno. Que somos
inmortales y que las desgracias solo le pasan al de al lado. Vivimos
inmersos en una ignorancia que nos hace débiles y solo lamentamos lo
ocurrido cuando ya es demasiado tarde.
Y es que…
Tenemos la mala costumbre de dejar para luego, de reír poco y de
querer hacerlo mañana. Tenemos la mala costumbre de echar de menos, en
lugar de hacerlo de más. La mala costumbre de usar los luegos y no los ahoras.
Luego te llamo, luego te escribo, luego te contesto, luego nos vemos. Y
obviamente nunca llamó, nunca escribió, nunca contestó y nunca fue
visto. Tenemos la mala costumbre de querer tarde. De valorar tarde. De
pedir perdón demasiado pronto. Debería haber un número máximo de
perdones. Perdonar nos hace grandes, de acuerdo, pero cuando tienes que
perdonar todos los días, al final un lo siento se convierte en
el comodín de cualquier pretexto injustificado, innecesario e
inmerecido. Tenemos la mala costumbre de defender al malo y descuidar al
bueno. De contar mentiras tra la rá y de tener que hacer un máster para
descubrir verdades. Mantenemos en nuestra vida “amigos” porque sí y
llenamos nuestras agendas de compromisos a los que realmente no queremos
ir. Tenemos la mala costumbre de sentirnos mal por decir no y de
creernos mejores por decir si.
Tenemos la mala costumbre de esperar a un cáncer, a una mala noticia o
a una llamada de que alguien querido se nos fue, para tomar las riendas
de nuestra vida y empezar a apreciar cada puesta de sol, cada mañana
que te levantas de la cama y cada luna que abrazas en tu almohada.
Tenemos la mala costumbre de usar el descuido a diario, olvidando que
los pequeños detalles importan, que los pequeños detalles construyen
grandes caminos y que cada lunes, puede ser el mejor día de la semana.
Tenemos la mala costumbre de quejarnos por todo, de culpar siempre al
otro porque claro, tú eres un ser perfecto y nunca, nunca, haces nada.
Siempre es la parte contraria. Decimos muy pocos te quieros y
hacerlo por primera vez es como “buf que va, no vaya a ser que se
asuste”. ¿Asustarse de qué? ¿Cómo una persona puede asustarse porque
alguien le quiera?.
Asústate si algún día te vas a la cama sin sentir que quieres a otra persona.
Asústate el día que te vayas a dormir sin decirle a esa persona lo importante que es para ti.
Asústate cuando no le des besos a tu madre y a tu padre.
Asústate cuando seas incapaz de abrazar a alguien y sentir esa sensación tan extraordinaria que producen los abrazos.
Asústate cuando las defensas de tu cuerpo se hayan vuelto inmunes al dolor ajeno.
Y cuando veas una injusticia y no hagas absolutamente nada para remediarlo.
Asústate cuando pases un solo día sin ayudar a alguien.
Asústate de verdad, porque créeme. Estás muerto.
Y es que…
Tenemos la mala costumbre de trabajar demasiado, de cargar con una
mochila llena de cosas innecesarias y de comer más de lo que nuestro
cuerpo necesita. Tenemos la mala costumbre de creernos mejores que los
demás, de bailar poco, fumar mucho y respirar a medias. Tenemos la mala
costumbre de ir caminando por las calles de nuestra ciudad mirando al
suelo, o a nuestro teléfono móvil. ¿Alguna vez te has dado cuenta de lo
bonitos que son los edificios de esas calles por las que pasas a diario?
Por no hablar de la luz de las estrellas.
Tenemos
la mala costumbre de empezar el gimnasio la semana que viene. De
cuidarnos cuando ya es demasiado tarde y de tomar vitaminas cuando
estamos enfermos. Tenemos la mala costumbre de creer que el pelo de
aquella es mejor que el nuestro. Que su suerte es nuestra desdicha y de
compararnos como si fuésemos presa de alguien que busca en comparadores
de Internet. Tenemos la mala costumbre de medirnos por nuestros estudios
o por nuestra altura. De confundir la belleza con la delgadez y de
creernos que no somos capaces de conseguirlo, porque alguien una vez
así, nos lo hizo creer. Y no fue nadie más que tú mismo.
Tenemos la mala costumbre de apuntarnos a clases de idiomas, cuando
ni siquiera dominamos el nuestro. De querer conocer mundo y viajar lo
más lejos posible cuando aún, nos quedan lugares maravillosos por
descubrir en nuestra propia tierra. Tenemos la mala costumbre de comer
animales, de contaminar el mundo y de lavar la ropa en vez de nuestras
conciencias. Tenemos la mala costumbre de escuchar poco y hablar
demasiado. De dar consejos y juicios de valor sin ser conscientes del
poder que pueden llegar a tener nuestras palabras. Dejamos demasiado
pronto y tenemos muy poca paciencia. Objetos de usar y tirar, sin
importarnos lo más mínimo su destino. Tenemos la mala costumbre de
creernos que lo sabemos todo. Cuando realmente, no tenemos idea de nada.
Wasapeamos mucho,
dormimos demasiado
y follamos poco.
Nos pasamos media vida o vida entera, soñando esa vida perfecta que
nos gustaría tener. Cuando somos ajenos a que realmente la vida perfecta
es ahora. Es cada momento, cada instante de los segundos que marca el
reloj de tus días. Es cada oportunidad, cada sonrisa, cada beso y cada
vez que te enamoras. ¡ENAMORÉMONOS TODOS LOS DÍAS DE NUESTRA VIDA! No
pongas barreras a tu corazón y deja los prejuicios para aquellos que
llevan el cartel de cobarde escrito en tinta permanente. Ni con
disolvente se va.
Empieza a acostumbrarte a esta vida que a veces es dura.
Terriblemente dura. Pero no te lamentes ni te vayas nunca a la cama
habiendo hecho daño alguien. Habiendo dejado para luego esos ahoras que
nunca llegaron. No habiendo cumplido ese sueño que tanto querías, no
habiendo hecho unos kilómetros de más ese día porque tu cuerpo estaba
cansado. No permitas que alguien fallezca para luego recordarlo y
decirle mirando su foto, cuánto le querías. No dejes que la rutina o la
sensación de eternidad descuide lo verdaderamente importante de tu vida.
En definitiva, no dejes que la mala costumbre sea la invitada de honor en los días que te quedan por vivir a partir de hoy.
Quiere ahora, no mañana
domingo, 26 de octubre de 2014
miércoles, 15 de octubre de 2014
Opinando ... que es gerundio....
Tengo una opinión. La mía. Mi opinión sobre opinar, curiosamente. (perdón
de antemano por el trabalenguas). Y ¿que opino al respecto? pues
simplemente opino que opinamos mucho, a veces demasiado.
No quiero decir que esto sea malo, ¡que vá!. No es malo en absoluto siempre y cuando no aspire a ser algo más que una opinión. Sin imponerla sobre otras opiniones. Sin disfrazarla de verdad, de ley, cuando, en realidad, como opinión que es, también es opinable. Sin dar por hecho de que es la única opinión razonable. Sin apuntar con el dedo a las opiniones ajenas.
Auque si tengo la sensación de que a las personas en general, les resulta demasiado fácil opinar. Pues una vez más voy a contracorriente.... yo pienso que opinar es sumamente difícil.
Las opiniones pueden ser muchas y muy variopintas pero al final siempre se tiende a que sean sólo dos. La gente sólo se queda con que o se es de los unos, o de los otros. O se opina una cosa o se opina la otra. O estas a favor o estás en contra.
Y llegado a ese punto es cuando yo dejo de opinar para hacerme preguntas: ¿Las opiniones sólo admiten un color, una postura? ¿Es que opinar está reñido con el sentido común? Quiero pensar que no.
Y lo malo es que mientras no seamos capaz de ver más allá de dos opciones, del blanco o el negro, del sí o del no... los problemas seguirán porque seguiremos poniendo tiritas donde deberían ir escayolas.
No quiero decir que esto sea malo, ¡que vá!. No es malo en absoluto siempre y cuando no aspire a ser algo más que una opinión. Sin imponerla sobre otras opiniones. Sin disfrazarla de verdad, de ley, cuando, en realidad, como opinión que es, también es opinable. Sin dar por hecho de que es la única opinión razonable. Sin apuntar con el dedo a las opiniones ajenas.
Auque si tengo la sensación de que a las personas en general, les resulta demasiado fácil opinar. Pues una vez más voy a contracorriente.... yo pienso que opinar es sumamente difícil.
Las opiniones pueden ser muchas y muy variopintas pero al final siempre se tiende a que sean sólo dos. La gente sólo se queda con que o se es de los unos, o de los otros. O se opina una cosa o se opina la otra. O estas a favor o estás en contra.
Y llegado a ese punto es cuando yo dejo de opinar para hacerme preguntas: ¿Las opiniones sólo admiten un color, una postura? ¿Es que opinar está reñido con el sentido común? Quiero pensar que no.
Y lo malo es que mientras no seamos capaz de ver más allá de dos opciones, del blanco o el negro, del sí o del no... los problemas seguirán porque seguiremos poniendo tiritas donde deberían ir escayolas.
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