Hay días en los que me levanto con la sensación de
haber hecho las cosas demasiado rápido. Desde primera hora de la mañana
corriendo... desayuno en escasos 5 minutos y en minutos contados:
ducha, vestirte, maquillarte, recoger habitación....y sigues corriendo
hacia el metro y así continúas hasta dejarte caer de nuevo en la cama.
El problema es que al final de día se queda una con la sensación de no saber si en realidad has hecho lo que debías hacer, o una vez más la prisa se ha impuesto al recuerdo.
Me fascina y asusta a partes iguales la inmediatez con la que vivimos. Ojalá fueramos conscientes del AHORA. Pero es que ni siquiera es eso. Es el YA. Y, a veces, hasta el ya es pasado. Lejos de disfrutar o sufrir el minuto que acabamos de despedir, o incluso el que está andando todavía, ya estamos pendientes del que está por venir.
Y terminamos indigestando las emociones. Y a la mente le da un ataque de flato. Y aún así seguimos engullendo sin masticar lo suficiente, aún a riesgo saborear cada vez menos los momentos. Es lo mismo que escribir rápido y mal. Con mala letra e ignorando las pausas.
El problema es que creo que la mayoría de las veces no nos damos ni cuenta. La misma sensacion de cuando dejas de ver una camiseta porque ha quedado condenada en el fondo de un cajón y ni siquiera la echas de menos porque tienes una muy parecida. Tenemos demasiado y todo muy similar, así que la cantidad nos sirve más bien para muy poco.
Ojalá lográsemos estirar el tiempo. Pero no. Vivimos con la inmediatez pisándonos los talones. Porque si te descuidas apenas unos minutos, casi todo habrá pasado de página.
Y a mí esto ya me cansa. Ni siquiera nos paramos un instante a descansar. Hemos decidido (o mejor dicho han decidido por nosotros) que la vida sea un "preparados, listos, ya" en vez de una carrera de fondo. Me preocupa proque llegará un momento en que no entendamos lo que es la paciencia, mucho menos madurar las ilusiones, fermentar los sueños con la levadura de la esperanza.
Y lo malo es que a los que vienen detras de nosotros los estamos mal acostumbrando. Porque lo quieren todo y el problema es que lo quieren ya. Y cuando digo ya, me refiero a que no ha terminado el ya y ya quieren otra cosa. Hemos conseguido que no tengan capacidad de concentración alguna, que su realidad se apretuje en los 10 minutos de una partida con una consola. Que haya muy pocas cosas que les ilusione, porque han descubierto mucho antes de lo que les correspondía que todo pasa.
Estamos demasiado rodeados de los "venga, venga, que es tarde" o "esto lo quiero para ayer". E igual es que hemos ganado megapixels de resolución, pero el precio a pagar ha sido olvidar el pellizco de emoción que sentíamos cuando había que esperar a recoger el carrete en la tienda de revelado.
Es difícil disfrutar la espera cuando tenemos a nuestro alcance mucha más cosas de las que somos capaces de asimilar. Es como una mesa abarrotada de comida... hay tanta comida, y aparentemente tan golosa, que comemos con la vista en vez de con la barriga. Y nos empachamos. Y nos atragantamos. Y ya no sabemos distinguir un miedo de la angustia. Ya no sonreimos hasta que duela la cara, ya no cerramos los ojos cuando escuchamos una canción que nos encanta... si estamos un tiempo sin hacer absolutamente nada pensamos que es tiempo perdido y quizá no sea así....tengo la sensación de que ya casi todo es ansiedad... ansiedad a secas y en mayúsculas. Y es una auténtica pena.. De tanto correr rápido y sin apenas mirar, cualquier día de estos nos vamos a dar un batacazo que nos dejará completamente noqueados.
El problema es que al final de día se queda una con la sensación de no saber si en realidad has hecho lo que debías hacer, o una vez más la prisa se ha impuesto al recuerdo.
Me fascina y asusta a partes iguales la inmediatez con la que vivimos. Ojalá fueramos conscientes del AHORA. Pero es que ni siquiera es eso. Es el YA. Y, a veces, hasta el ya es pasado. Lejos de disfrutar o sufrir el minuto que acabamos de despedir, o incluso el que está andando todavía, ya estamos pendientes del que está por venir.
Y terminamos indigestando las emociones. Y a la mente le da un ataque de flato. Y aún así seguimos engullendo sin masticar lo suficiente, aún a riesgo saborear cada vez menos los momentos. Es lo mismo que escribir rápido y mal. Con mala letra e ignorando las pausas.
El problema es que creo que la mayoría de las veces no nos damos ni cuenta. La misma sensacion de cuando dejas de ver una camiseta porque ha quedado condenada en el fondo de un cajón y ni siquiera la echas de menos porque tienes una muy parecida. Tenemos demasiado y todo muy similar, así que la cantidad nos sirve más bien para muy poco.
Ojalá lográsemos estirar el tiempo. Pero no. Vivimos con la inmediatez pisándonos los talones. Porque si te descuidas apenas unos minutos, casi todo habrá pasado de página.
Y a mí esto ya me cansa. Ni siquiera nos paramos un instante a descansar. Hemos decidido (o mejor dicho han decidido por nosotros) que la vida sea un "preparados, listos, ya" en vez de una carrera de fondo. Me preocupa proque llegará un momento en que no entendamos lo que es la paciencia, mucho menos madurar las ilusiones, fermentar los sueños con la levadura de la esperanza.
Y lo malo es que a los que vienen detras de nosotros los estamos mal acostumbrando. Porque lo quieren todo y el problema es que lo quieren ya. Y cuando digo ya, me refiero a que no ha terminado el ya y ya quieren otra cosa. Hemos conseguido que no tengan capacidad de concentración alguna, que su realidad se apretuje en los 10 minutos de una partida con una consola. Que haya muy pocas cosas que les ilusione, porque han descubierto mucho antes de lo que les correspondía que todo pasa.
Estamos demasiado rodeados de los "venga, venga, que es tarde" o "esto lo quiero para ayer". E igual es que hemos ganado megapixels de resolución, pero el precio a pagar ha sido olvidar el pellizco de emoción que sentíamos cuando había que esperar a recoger el carrete en la tienda de revelado.
Es difícil disfrutar la espera cuando tenemos a nuestro alcance mucha más cosas de las que somos capaces de asimilar. Es como una mesa abarrotada de comida... hay tanta comida, y aparentemente tan golosa, que comemos con la vista en vez de con la barriga. Y nos empachamos. Y nos atragantamos. Y ya no sabemos distinguir un miedo de la angustia. Ya no sonreimos hasta que duela la cara, ya no cerramos los ojos cuando escuchamos una canción que nos encanta... si estamos un tiempo sin hacer absolutamente nada pensamos que es tiempo perdido y quizá no sea así....tengo la sensación de que ya casi todo es ansiedad... ansiedad a secas y en mayúsculas. Y es una auténtica pena.. De tanto correr rápido y sin apenas mirar, cualquier día de estos nos vamos a dar un batacazo que nos dejará completamente noqueados.