Sé que ahora que ya no está, puede parecer cobarde por mi parte no haberlo dicho a la cara pero ... no me gusta el mes de noviembre.
No soy de esas que buscan desesperadamente el calor, la playa, el verano (que me encanta) pero necesito con la mucha más desesperación la luz.
Las horas oscuras se estiran demasiado y se hacen eternas. Para los que dormimos poco, no son las mejores compañeras a pesar del atractivo del silencio y de la soledad (que de vez en cuando vienen estupendamente).
Ni siquiera estamos en invierno y en diciembre la luz sigue brillando por su ausencia pero tiene algo especial que me gusta.
Quizá es ese espíritu infantil, a pesar de mis poquitos "taitantos", que nunca ha llegado a abandonarme y que se permite el lujo ahora de aparecer en escena, contagiado por la ilusión de los peques de la familia.
Porque para mí diciembre sigue siendo sinónimo de luces de colores, paseos por la ciudad bien abrigada, ilusión, animación, navidad, encuentros y sonrisas.
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