Las
palabras son mis mejores confidentes. Lo que esconden, una forma de
conocerme. Lo que significan, la proyección de lo que soy.
Escribir, mi forma preferida de digerir la realidad sin anestesia. Los golpes inyectados, las caídas inesperadas.
Y si lo pensais en frío, una auténtica locura. Una maldita y mágica locura. Es como sentarse delante de un espejo e ir quitándose la ropa que nos atosiga, que tan sólo nos corta la circulación. Ser capaz de levantar la cabeza y vernos a los ojos. Reflejar en ellos lo que sellan nuestros miedos. Y reconocernos, o ser unos auténticos desconocidos. Tocar nuestro cuerpo frágil y detenerse ante cada cicatriz. Perfilar cada curva con nuestros dedos y sentir cómo se nos eriza la piel. Encontrarnos, allí donde ni sabíamos que estábamos.
Y abrazarnos, aun sin ser capaz de abarcar todo lo que somos.
Es hartarse a llorar. Pero pintarse los labios de rojo y salir a bailar.
Escribir, mi forma preferida de digerir la realidad sin anestesia. Los golpes inyectados, las caídas inesperadas.
Y si lo pensais en frío, una auténtica locura. Una maldita y mágica locura. Es como sentarse delante de un espejo e ir quitándose la ropa que nos atosiga, que tan sólo nos corta la circulación. Ser capaz de levantar la cabeza y vernos a los ojos. Reflejar en ellos lo que sellan nuestros miedos. Y reconocernos, o ser unos auténticos desconocidos. Tocar nuestro cuerpo frágil y detenerse ante cada cicatriz. Perfilar cada curva con nuestros dedos y sentir cómo se nos eriza la piel. Encontrarnos, allí donde ni sabíamos que estábamos.
Y abrazarnos, aun sin ser capaz de abarcar todo lo que somos.
Es hartarse a llorar. Pero pintarse los labios de rojo y salir a bailar.